Capea en Las Navas del Marqués, de José Garnelo y Alda. |
Para vivir
la experiencia Magalia no hay que buscar más excusa que el deseo de
disfrutar de la buena mesa en un ambiente acogedor. Pero la visita
a Las Navas ofrece otros alicientes que pueden completar una jornada perfecta.
Las Navas
del Marqués es una villa privilegiada por su situación. A 35
kilómetros de Ávila y a 72 de Madrid, en plena Sierra de
Malagón, está en la orilla de la carretera 505.
Tiene unos
4500 habitantes durante el invierno y hasta el triple en verano, gracias a su
agradable clima y a su entorno natural. La localidad tiene su origen en la
etapa de la repoblación de la ciudad de Ávila, aunque los hitos más importantes
de su historia y los monumentos más relevantes datan del siglo XVI.
Como su
propio nombre indica, Las Navas dio origen a un marquesado, el de los Dávila.
El primero de los marqueses fue Pedro Dávila y Zúñiga y el título nobiliario le
fue concedido por Carlos I en 1533, de quien fue contador.
Además, fue
alférez mayor del Ayuntamiento de Ávila y un personaje muy culto que construyó
la casa de los Dávila, en la que se recoge la famosa inscripción: "Donde
una puerta se cierra, otra se abre", y el Castillo de Magalia en su señorío
de Las Navas. Construyó también el convento de Santo Domingo y San Pablo, en
cuyo interior permanecieron mucho tiempo enterrados.
Entorno natural
El marco
natural de Las Navas del Marqués se sitúa en la zona oriental de la provincia
de Ávila, colindante con las de Madrid y Segovia. El pueblo se asienta entre
los repliegues de una suave nava, limitado a ambos lados por robledos y
pinares, al sur de la Sierra de Malagón en el macizo de Guadarrama.
La cubierta
vegetal, como gran riqueza del medio, se compone de espesos bosques de pinos y
robledales, con arces y chopos en zonas húmedas y acacias y cedros en los
paseos. El pino más característico y abundante es el llamado resinero junto a
los del tipo carrasco y albar, menos frecuentes.
Respecto al
clima, en los inviernos se alcanzan bajas temperaturas, con nieblas matinales,
heladas nocturnas y chubascos de nieve. En verano el calor llega a ser fuerte
en las horas centrales del día, con una suave brisa en campo abierto. La caída
de la tarde suele venir acompañada de un cierto refresco que convierte a la
zona en un destino más que agradable para los que huyen de las tórridas
temperaturas estivales de otras áreas del centro de la península. El otoño y la
primavera son cortos, de tiempo variable y lluvioso, con temperaturas moderadas
y, a veces, muy generosas.
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